La rehabilitación de viviendas en el Centro Histórico en los últimos años ha sacado a la luz un rico patrimonio de pinturas decorativas, con una enorme variedad de elementos. Son 50 los edificios recuperados y están pendientes otros seis inmuebles
La recuperación de viviendas en los últimos años ha sacado a la luz un tesoro escondido por capas de cal y suciedad. Las pinturas decorativas de muchas fachadas del Centro Histórico están apareciendo e incorporándose al patrimonio de la ciudad. La imagen del Centro está cambiando gracias a columnas pintadas con destreza, hojas de acanto, guirnaldas, angelotes, escenas de vidas pasadas y una gran variedad de formas y colores.
Durante los últimos 15 años se han recuperado 50 edificios con decoración pictórica en su fachada o en las zonas comunes interiores. La riqueza y variedad de lo descubierto es sólo una pequeña parte de lo que hay. O hubo, pues es imposible estimar cuánto se ha perdido con el derribo de edificios en ruina durante las décadas anteriores.
El origen de esta tradición decorativa hay que encontrarlo en los moriscos, como señala Lola Tuduri, técnica de la Oficina Municipal de Rehabilitación del Centro Histórico. El gusto por la profusión decorativa, sobre todo con elementos geométricos que tienden al horror vacui (no dejar espacios vacíos), se fue extendiendo a lo largo de los siglos XVII y XVIII, tras unos comienzos dubitativos.
La llegada de nuevos habitantes a la ciudad tras la Reconquista, procedentes en su mayoría de Castilla, trajeron algunos gustos nuevos, mucho más austeros y menos coloristas. El edificio del número 10 de la calle Molinillo del Aceite, con una decoración en lágrimas, es un ejemplo de este estilo y que lo sitúa como una de las viviendas más antiguas de la ciudad, como la existente en Postigo de San Agustín.
Esta tendencia fue cambiando con los artesanos moriscos que se quedaron tras la expulsión, muchos conversos y situados en un escalón social más bajo. Esto los convertía en una mano de obra más barata, pese a su cualificación. Su influencia se dejó sentir durante tres siglos en la ciudad, pasando de la decoración geométrica (puntas de diamante en Tomás de Cózar, 13) a la falsa arquitectura típica del Barroco y que tiene en el número 11 de la Alameda Principal su mayor ejemplo.
No obstante, llaman poderosamente la atención aquellas fachadas con elementos figurativos. Más allá de angelotes, hay tres viviendas en las que merece la pena detenerse. La primera, por su riqueza, es la recientemente recuperada de la calle Panaderos, 12. Junto a jarrones y columnas hay una serie de medallones con dibujos donde se cuenta la historia del propietario de la vivienda, un indiano, casi como un cómic, que incluyen viajes con monstruos marinos, escenas en América y regreso a Málaga con una fortuna.
Estos dibujos, realmente interesantes y ricos, tienen un reflejo en el número 9 del Postigo de Arance. Hay dos medallones con escenas de caza y pesca, posiblemente fruto de la afición de un antiguo dueño. Destaca el uso del verde, de un tono esmeralda muy llamativo y poco usual en este tipo de decoración.
La última de las grandes casas con escenas es la actual sede del Museo del Vidrio (calle Gaona, 20), que tiene tres tondas con forma de T en los que hay ricos dibujos, enmarcados en una cenefa celeste con arcos ojivales. En este caso parece que no tienen una referencia clara con el propietario y posiblemente sólo tengan función decorativa.
Masónica
Dentro de las curiosidades que se pueden encontrar en Málaga está el número 7 de la calle Los Mártires. Lola Tuduri destaca la presencia de numerosos símbolos masónicos pintados en el remate de las ventanas: una torre partida, una bola del mundo, instrumentos musicales y la escuadra y el cartabón aparecen claramente representados. Además, aparece un indio con plumas, signo de que el propietario también era indiano.
La Opinión de Málaga 22/08/10